Una de las
mejores maneras de crecer, estar firmes en la fe, a la vez que de influir el
alma piadosamente, es la consideración o meditación de Cristo a nuestro
Salvador, en lo que es y en sus obras. Al menos tres veces en la carta a los
hebreos se exhorta a poner nuestra mente sobre la persona de Cristo (Hb.3:1;
7:4; 12:3). Nuestra vida Cristiana gira, tiene su esencia y sentido en la
persona de Cristo y entendemos que el evangelio se llama: El evangelio de la
gloria de Cristo, porque precisamente somos llevados a meditar en la persona
gloriosa que es Cristo. Las Escrituras son el testimonio de Cristo, el Nuevo
Testamento lo presenta con toda claridad y entre los Evangelios, el apóstol
Juan lo presenta dándole un mayor énfasis a Cristo como Dios y Señor sobre
todas las cosas, de una manera distintiva. Por dar un ejemplo, este evangelio
no narra los asuntos de su nacimiento, sino que nos lleva a la eternidad para
que contemplemos quien es Cristo.
Esto nos dice
que el apóstol tenía un propósito específico al escribir. En sus mismas
palabras nos revela el propósito que tuvo al recopilar una información muy
precisa y ponerla por escrito: Jn.20:30-31. Si este libro
nos lleva a la contemplación de Cristo como Rey, Señor y Salvador, entonces
podemos creer que nuestro acercamiento a él ha sido acertado. Deseamos que en
esta serie y después de cada sermón, podamos tener elementos concretos para la
meditación de Cristo.
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