La doctrina de
la Perseverancia de los santos afirma que: Aquellos que han sido llamados
eficazmente por Dios a creer en Cristo por la fe que Él les da, no pueden caer
ni total ni definitivamente del estado de gracia, sino que ciertamente
perseverarán hasta el fin y serán salvos por la eternidad. ¿Por qué? Porque el
don de la salvación es irrevocable (Rom.11:29), y además, él
continúa nutriendo la fe de sus hijos y todas las virtudes necesarias para que
finalmente sean salvos (1 Pd.1:5).
Esto no
significa que ellos nunca serán tentados, probados, que experimentarán dudas o
reveses y hasta algunas veces retrocesos en sus vidas espirituales. Es más.
Muchas veces por su negligencia y otros pecados, ellos serán fuertemente
reprendidos por el Señor, se les quitarán algunos gozos o consuelos de su
profesión, Dios quitará la luz de su rostro sobre ellos temporalmente si es
necesario. Sin embargo, siempre se les guardará y proveerá lo necesario para su
arrepentimiento y nunca serán destituidos de la fe.
La
perseverancia de ellos no depende de su libre albedrío, de su constancia y
fuerza, sino de la inmutabilidad del decreto de la elección que les ha
involucrado en el plan redentor de una forma efectiva, de modo que se les
aplica la obra redentora de Cristo, se les regenera, se les da el Espíritu
Santo y el fruto de una fe perseverante. Ellos perseveran porque Dios preserva.
O si se quiere, ellos perseveran por la perseverancia de Dios con ellos.
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